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¿Por qué algunos destinos ya no quieren turistas (o al menos no tantos)? Y cómo podemos cambiar esa historia

Actualizado: 10 jul


Por Tourism Innovation Consulting


Durante décadas, destinos como Venecia, Bali, Islandia o Machu Picchu fueron el sueño de miles de viajeros. Hoy, curiosamente, muchas recomendaciones turísticas incluyen mensajes como “mejor no ir”, “espera unos años” o “busca alternativas”. ¿Qué está pasando?


La reciente protesta en Ciudad de México, donde manifestantes increparon a turistas en barrios como Condesa y Roma, nos recuerda que el rechazo al turismo ya no es solo un fenómeno europeo. La gentrificación, el alza en los precios de vivienda y la masificación de visitantes están generando tensión también en Latinoamérica. Cuando el turismo no se gestiona bien, las comunidades lo sienten como una amenaza y reaccionan en consecuencia.


Este fenómeno no es una moda ni un castigo al viajero, sino una consecuencia directa del desequilibrio entre lo que un destino puede soportar y lo que se le exige día a día.


Pero no todo está perdido. Hay formas de viajar mejor, de hacer turismo sin destruir lo que amamos, y de construir una nueva cultura turística: más consciente, más humana y, paradójicamente, mucho más enriquecedora.


El verdadero problema no es el turismo. Es cómo y cuánto.


Llamamos “sobreturismo” a lo que ocurre cuando la cantidad de visitantes supera la capacidad física, social o ambiental de un lugar. Pero no se trata solo de números: también influyen el tipo de experiencias que se promueven, la infraestructura disponible, el comportamiento de los viajeros y las decisiones políticas que regulan el flujo turístico.


Lo ocurrido en CDMX esta semana es una señal de alerta: la percepción de que el turismo desplaza a los residentes no es infundada. Cuando vivir se vuelve más caro que visitar, cuando los comercios tradicionales desaparecen o cuando todo se adapta solo para el visitante, es lógico que las comunidades empiecen a sentirse ajenas en su propio hogar.


Algunos efectos visibles:

  • Deterioro ambiental (senderos erosionados, basura, contaminación).

  • Pérdida de identidad local (tiendas tradicionales reemplazadas por souvenirs genéricos).

  • Desplazamiento de comunidades (porque vivir se vuelve más caro que hacer turismo).

  • Experiencias vacías, donde todo está hecho para la foto, pero no para el alma.


¿Qué han hecho algunos destinos para frenar el colapso?


Venecia (Italia)

Saturada por cruceros y turistas de un solo día, implementó un sistema de cobro por entrada diaria y limitó el acceso de embarcaciones grandes.


Bali (Indonesia)

Afectada por la masificación y la pérdida de conexión con su cultura, está impulsando el respeto por sus tradiciones y cobrará una tasa de turismo sostenible.


Islandia

Controla el acceso a zonas frágiles, promueve el turismo en baja temporada y fomenta el respeto ambiental con campañas y regulaciones firmes.


Machu Picchu (Perú)

Aplicó límites diarios, rutas predefinidas y acceso con guía obligatorio. Se promueven alternativas como Choquequirao para diversificar la demanda.


Kioto (Japón)

Restringió el acceso a barrios tradicionales tras años de saturación y ha iniciado campañas para sensibilizar sobre las costumbres locales.


Santorini (Grecia)

Limitó el ingreso de cruceros y busca atraer a quienes viajan en otras temporadas, para equilibrar su capacidad.


¿Qué podemos hacer como viajeros y profesionales del turismo?


Si eres viajero:

  • Evita las temporadas más saturadas.

  • Busca operadores locales comprometidos con la sostenibilidad.

  • Quédate más tiempo, consume local, conecta con la cultura.


Si gestionas o trabajas en turismo:

  • Crea productos que desconcentren el turismo de las zonas más críticas.

  • Forma y empodera a comunidades locales.

  • Diseña experiencias auténticas, no solo fotogénicas.

 

¿Y si descubrimos nuevos caminos?


Aquí te dejamos una lista de destinos alternativos que aún conservan su esencia y merecen ser conocidos, valorados y protegidos:

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Venecia (Italia)

Bérgamo, Lecce o Annecy (Francia)

Bali (Indonesia)

Lombok, Sumba o la costa de Vietnam

Machu Picchu (Perú)

Choquequirao, Kuelap, Ciudad Perdida (Colombia)

Islandia

Islas Feroe, Laponia sueca, norte de Escocia

Kioto (Japón)

Kanazawa, Nara, Takayama

Santorini (Grecia)

Milos, Naxos o Kythira

Ámsterdam (Países Bajos)

Utrecht, Haarlem o Gante (Bélgica)

Lo extraordinario no siempre está donde todos miran.


Viajar bien es dejar una buena huella


Viajar con respeto, consciencia y propósito no es una limitación: es una oportunidad para vivir el mundo de otra manera. Una que no repita lo que todo el mundo hace, sino que valore lo auténtico, proteja lo frágil y contribuya al bienestar de quienes nos reciben


Lo que pasó en Ciudad de México podría repetirse en otros destinos si no tomamos medidas. Aún estamos a tiempo de repensar el modelo turístico que queremos para América Latina y el mundo. Como viajeros, como profesionales, como habitantes del planeta.


Viajar no es pasar por un lugar. Es formar parte de su historia… y dejarla intacta.


*Este artículo es producto del equipo de trabajo de Tourism Innovation Consulting, como parte de nuestro compromiso con un turismo más consciente, innovador y profesional.


Si deseas compartirlo, te invitamos a hacerlo siempre citando la fuente original.


 
 
 

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