De peregrinos a turigrinos: qué es y qué podemos aprender
- TIConsultora
- 7 oct.
- 3 Min. de lectura

Por Tourism Innovation Consulting
Durante siglos, los caminos de peregrinación han sido mucho más que rutas físicas. Eran trayectos de silencio, fe y transformación interior. Caminar hacia un destino sagrado, como Santiago de Compostela en España o los 88 templos de Shikoku en Japón, significaba recorrer también un camino interior: uno que hablaba de humildad, introspección y sentido.
Hoy, sin embargo, estos caminos reciben a nuevos viajeros: personas que los recorren no solo por fe, sino también por cultura, historia, fotografía o autoconocimiento. Y allí aparece una figura cada vez más visible: el “turigrino”, mezcla de turista y peregrino.
¿Quién es el turigrino?
El término turigrino, de “turista” y “peregrino”, describe a quienes viven el camino desde una motivación más experiencial que espiritual. Algunos lo hacen para compartir su recorrido, otros por curiosidad o conexión con la naturaleza. Y eso no está mal: el turismo espiritual y de bienestar forma parte de las nuevas formas de viajar con propósito.
El conflicto surge cuando la búsqueda se desvirtúa: cuando el viaje se convierte en un escenario y la esencia del camino se usa como contenido, sin respeto por su sentido o por quienes lo viven desde la fe. Ahí, lo simbólico se transforma en espectáculo, y lo sagrado en fondo de pantalla.
Cuando el camino se vuelve escenario
En lugares como el Camino de Santiago, el aumento de turigrinos ha generado debate entre las comunidades locales y los peregrinos tradicionales. Algunos sienten que el silencio, la introspección y el respeto por el entorno se diluyen entre grabaciones, música y cámaras. Otros defienden que el turismo puede convivir con la espiritualidad, siempre que se mantenga el sentido y el respeto.
Esta dualidad no es exclusiva de Europa. En América Latina también comienza a notarse en rutas como el Camino de los Jesuitas, el Qhapaq Ñan (Camino del Inca) y las peregrinaciones marianas, que atraen a millones de personas cada año.
Entre ellas, destaca la Basílica de Guadalupe, en México, que recibe más de 10 millones de peregrinos cada diciembre. Allí, la devoción y la emoción colectiva conviven con la masividad y la cobertura mediática. Es un recordatorio de que la fe y el turismo pueden coexistir, pero solo si se preserva el respeto por el motivo que da origen al camino.
Caminos del espíritu en América Latina
En esta región, los caminos espirituales tienen un carácter propio. Lo sagrado no siempre se asocia únicamente a la religión, sino también a la naturaleza, la ancestralidad y la comunidad. Caminar puede ser un acto de fe, de memoria o de sanación.
Por eso, más que rechazar el turismo, el reto está en acompañarlo con conciencia y autenticidad. Un camino puede ser recorrido por un peregrino, un turista o un creador de contenido, siempre que cada uno lo haga desde la coherencia y el respeto.
Lo que realmente transforma no es el destino, sino la forma en que se vive el recorrido.
Lo que podemos aprender
Caminar con propósito transforma la experiencia.
El respeto al lugar y a su significado debe guiar toda visita, sea religiosa, cultural o personal.
El turismo espiritual también necesita gestión responsable, para evitar que lo sagrado se convierta en producto.
Y, sobre todo, no se trata de mostrar el camino, sino de vivirlo con autenticidad.
Viajar con sentido en tiempos de redes
El fenómeno del turigrino no es una amenaza, sino una oportunidad para repensar cómo viajamos y qué buscamos realmente. En la era de los likes y los reels, tal vez el desafío sea redescubrir el silencio y recordar que los caminos más valiosos no siempre se comparten: se viven.
“Viajar no siempre es moverse. A veces, es volver a escuchar lo que el camino tiene para decirnos.” Tourism Innovation Consulting
*Este artículo es producto del equipo de trabajo de Tourism Innovation Consulting, como parte de nuestro compromiso con un turismo más consciente, innovador y profesional.
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